Ufff, difícil es escribir esta entrada de blog, creo
que arriesgo demanda como mi profesor y de paso, obtener un par de detractores seudocientíficos.
Aunque en materia de alimentación y legislaciones
que rigen a la industria alimentaria en Chile estamos en la prehistoria. Compre
“Chamito”, “Uno al Dia” para mejorar sus defensas y no enfermar. Coma sin
gluten y sin lactosa si tiene problemas digestivos; pero quien lo dice… el
amigo de Facebook, la cadena de WhatsApp. Para que no le de COVID consuma
alimentos “acidos de pH 13” y un sin fin de charlatanería, el problema es que la industria
alimenticia se aprovecha de estas creencias y extrema sus esfuerzos publicitarios
en promocionar estos productos, bajo ningún control.
Casos como estos son descritos en el libro “Vamos a
Comprar Mentiras”: “Margarinas con fitoesteroles que prometen
reducir el colesterol, flanes con omega-3 para mejorar la visión, leches
fermentadas con péptidos bioactivos que regulan la tensión arterial o refrescos
con fibra que mejoran el tránsito gastrointestinal”, entre otros ejemplos.
ALIMENTOS FUNCIONALES ¿Para quién?
EL término alimento funcional fue acuñado en Japón y se refiere a "Alimentos para uso específico de
salud". Actualmente, a falta de una
de una legislación específica que regule los alimentos funcionales hace que no
exista una definición oficial de los
mismos; es así que bajo el amplio espectro de alimentos funcionales hay cabida
para alimentos de diseño, nutraceúticos, farmaalimentos, aunque entre ellos
existan diferencias. No obstante, nos podemos acoger a la definición del International
Life Sciences Institute (centro que coordina un importante
programa de la UE sobre alimentos funcionales): “aquel que le confiere al
consumidor una determinada propiedad beneficiosa para la salud, independiente
de sus propiedades puramente nutritivas”.
¿QUÉ PROPIEDADES DEBE
CUMPLIR UN ALIMENTO FUNCIONAL?
Entre estas podemos
destacar:
● Debe
contribuir a mejorar los hábitos alimenticios y mantener y/o mejorar la salud.
● Los
efectos beneficiosos para la salud deben estar basados en conocimientos
científicos.
● Los
métodos analíticos para analizar cuantitativa o cualitativamente los
componentes de alimento, así como sus propiedades fisicoquímicas, deben estar
bien definidos.
● Su
consumo debe ser habitual.
● Debe
presentarse en forma de alimento.
● El
efecto beneficioso sobre la salud lo debe ejercer el producto final y no los
componentes individualmente.
¿SON NECESARIOS
LOS ALIMENTOS FUNCIONALES?
Tajantemente,
no. La mayoría de los expertos en nutrición humana y dietética afirman que
estos alimentos no son imprescindibles y la clave está en una dieta variada y
equilibrada.
¿CUÁL ES EL
PROBLEMA?
El nutricionismo,
movimiento, ideología o corriente que hace descansar en los nutrientes aislados
las virtudes que tienen los alimentos en su conjunto. Una bebida energética
es “buena”, ya que aporta vitaminas, sin embargo, se obvia la gran cantidad de azúcar
y cafeína que contiene; un jugo procesado contiene vitamina C, pero está el
mismo problema, es alto en azucares y la cantidad de vitamina adicionada la
encontramos en frutas.
Se recalca el
componente “bueno” adicionado o el “malo” eliminado, tal es el caso del gluten,
lo cual aumenta el consumo del producto, dejando de lado el resto de los componentes
que contiene; enfocando todo el valor en un componente estrella.
NO SE HAGAN LOS
LARRY.
Pese a que en
Chile no existe legislación sobre estos productos, en Europa la industria
alimentaria, tras la reglamentación que limita la publicidad de alimentos “sin
aditivos”, “rico en vitamina C”, “alto en calcio” para inducir su consumo, agrega un asterisco al componente “bueno”, lo
que reemplaza las frases vetadas.
En Chile, está
el ejemplo de la leche sin lactosa, alimento funcional, cuyo envase recalca que
el producto es “natural”, posee “proteínas naturales de alta calidad”, “elaborada
a partir de pura leche natural, de vacas que pastan en praderas verdes de las
regiones de Los Ríos y de Los Lagos de Chile”, “libre de gluten” y dentro de
los ingredientes aparece escondida la enzima lactasa.
Otro ejemplo es
el “Chamito”, cuyo envase señala “ayuda a fortalecer tus defensas”, “0% grasas
totales”, “sin colorantes artificiales”, “con probióticos” “bebida láctea con
un 40% de leche”.
En estos
productos no existe la estrategia del asterisco, sin embargo, notamos que como
plus publicitario y en pos de la moda “natural”, “vegana”, “sin químicos” se
recalca en el primer caso que la leche es natural y se entrega información engañosa
como “proteínas naturales de alta calidad” siendo que toda la leche tiene la
misma proteína “caseína” y “libre de gluten”, siendo que ninguna leche lo
contiene, ya que se encuentra en el trigo, cebada y centeno.
En el segundo
caso, este producto no es la fuente
exclusiva de probióticos, sino que estos microorganismos son propios de los
fermentados y su acción es en la flora bacteriana, NO “ayuda a fortalecer tus
defensas”, sus beneficios para la salud no se han comprobado de manera
concluyente.
Es así como la
performatividad del mensaje que transmite la industria alimentaria, aumenta el
consumo y empobrece nuestra alimentación y, las autoridades se “hacen los Larry”.