Crédito de imagen: elmundo.es
“[…] Así es como los científicos se han engañado a sí mismos y a todo
el mundo respecto de su oficio, pero sin la menor desventaja real: tienen más
dinero, más autoridad, más “sex appeal”, de lo que merecen, e incluso los más estúpidos
procedimientos y los más ridículos resultados en su dominio están rodeados por
un aura de excelencia. Es hora de rebajarlos a su medida, y de darles una
posición más modesta en la sociedad”. P. Feyerabend (pp.19-20). El mito de la ciencia
y su papel en la sociedad.
Difícil es escribir sobre el sistema estatal español
de comunicación científica, desde lo que dice el papel (el cual soporta mucho),
por lo cual, mostraré algunos lineamientos desde las legislaciones española y
chilena; para luego, a partir de algunos datos poder emitir opiniones.
España nos lleva mucha ventaja, tiene incluida la
Cultura científica y tecnológica en su Constitución Art. 44: “garantizar el acceso a la cultura y
promover la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del
interés general” y, en la Ley de la
Ciencia, Art. 38.
Algunas de las medidas (fusionadas) señaladas en esta
Ley son:
a) Mejorar la formación científica e innovadora de la
sociedad, al objeto de que todas las personas puedan en todo momento tener
criterio propio sobre las modificaciones que tienen lugar en su entorno natural
y tecnológico.
b) Fomentar la divulgación científica, tecnológica e
innovadora y proteger el patrimonio científico y tecnológico histórico.
c) Apoyar a
las instituciones involucradas en el desarrollo de la cultura científica y
tecnológica, mediante el fomento e incentivación de la actividad de museos,
planetarios y centros divulgativos de la ciencia e incluir la cultura
científica, tecnológica y de innovación como eje transversal en todo el sistema
educativo.
En el caso particular de Chile, recién en mayo de
2018 se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Conocimiento.
En el año 2020, se genera la Política Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento
e Innovación, donde en el eje de “vinculación ciudadana” se rescata:
“Consiste en
generar estrategias para fomentar la apropiación social de la CTCI como una
práctica cultural más en nuestra ciudadanía, convocándola y alentándola a
participar de la conversación en torno a la CTCI, a aportar a su desarrollo y a
integrarla en su vida cotidiana. Busca, además, que la ciudadanía incorpore
habilidades, actitudes, contenidos y métodos de la ciencia, tecnología,
conocimiento e innovación, y debatan sobre ellas”.
“Se aprovechan y articulan las múltiples instancias
de vinculación ciudadana existentes (iniciativas de divulgación, proyectos de
ciencia ciudadana, concursos, eventos, iniciativas privadas y de organizaciones
de base, entre otros), los espacios culturales y naturales disponibles (museos,
observatorios astronómicos, parques, entre otros), medios de comunicación,
otros organismos públicos, y en particular con el Ministerio de las Culturas,
las Artes y el Patrimonio”.
Como se expresó al comienzo del escrito, el papel
soporta mucho; la relación de la ciudadanía con la ciencia, dicta mucho de lo
declarado en el papel (desconozco si es
el caso español). En Chile, la relación CTS está aún en pañales, pues falta que se
desarrolle un ecosistema (público y privado) que propicie una cultura
científica democrática, que tenga un marco legal sólido y democrático, que
permita desarrollar políticas públicas y, no solo ser letra muerta.
El contexto social, político y cultural del país
denota que hoy, más que nunca es trascendental fomentar y hacer efectiva la participación
de la ciudadanía en la Ciencia (y otros ámbitos), el no hacerlos participes es
privar a las personas de la ciencia (desde
una concepción pluralista) como
cultura (olvidémonos que todos quieren ser científicos); es dejar a la ciudadanía
al margen del desarrollo de la humanidad, obligándolos a mantenerse dentro de la lógica “la ignorancia es felicidad”, como señala
Xurxo Mariño, en su artículo “Comunicar la ciencia, menuda
historia” ignorar el
conocimiento científico y vivir como un feliz ignorante, es lo que pasa con la
mayoría de ciudadanos en lo que respecta a la ciencia, “no lo de feliz -que
puede ser-, sino lo de ignorante”.
Sin embargo, no toda la culpa es de los “ignorantes”,
no hace falta ser docto en el tema para darse cuenta que los beneficios de la
ciencia y de la tecnología (en adelante CyT) están desigualmente distribuidos
entre la población y, no solo son excluidos
de los productos de la CyT, sino que también existen grupos excluidos del
conocimiento científico. Esto último me parece ir en la línea de explicar los
resultados de las encuestas realizadas en el año 2018 por FECYT, en España, respecto de la percepción social de CyT, donde
internet aparece como el medio más utilizado como fuente
de comunicación científica, a mi parecer, es por esta “democratización” y acceso del
conocimiento.
Por otra parte, sostengo que el primer divulgador de las
diversas disciplinas es el profesor; si pensamos ¿qué ciencia divulga/enseña? vemos
que es cientificista (principalmente empiro-positivista), en donde se propicia una
educación en CyT orientada a lo conceptual, promoviendo un desconocimiento de
la labor del científico y, creo, tomando las palabras de Feyerabend, esta
primera visión que se transmite a los estudiantes crea en el colectivo una
serie de concepciones erradas de cuentos de hadas (salvo algunas excepciones). Coincido además, con este Filosofo de la
Ciencia, en que es necesario dar una
posición más modesta a los científicos dentro de la sociedad, para contribuir a
cambiar la percepción que los jóvenes y el público en general tiene.
A pesar de las diversas acciones, por ejemplo en
España, mediante las Unidades de Cultura Científica y de la Innovación, en El
Libro blanco de las Unidades de Cultura Científica y de la Innovación (UCC+I)
(2021), la última encuesta sobre percepción social de la Ciencia y la
Tecnología, realizada en 2020 por la FECYT, se refleja que una de cada siete
personas (14,2%) manifiesta espontáneamente interés por los temas de ciencia y
tecnología. Mientras que en Chile, un estudio de percepción de los jóvenes
sobre la Ciencia y profesiones
Científicas, realizado en 2010, devela que “aunque los jóvenes no se muestran mayormente
interesados en ser científicos, la figura pura del científico es la que parece
no llamar la atención de los jóvenes”.
Queda preguntarse: ¿Qué no se está haciendo? en la divulgación de la Ciencia.
Estudio Percepción de los Jóvenes sobre la Ciencia y
Profesiones científicas. Informe final. (2010). CONICYT, Universidad Alberto
Hurtado, Observatorio social.
Consultado el 18/05/ 2022
https://www.conicyt.cl/documentos/estudio/Estudio_Jovenes_ciencia202010.pdf
FECYT (2018). IX EPSCYT
2018 – INFORME DE RESULTADOS
Consultado el 18/05/ 2022
https://www.fecyt.es/sites/default/files/news/attachments/2018/11/epscyt2018_informe_0.pdf
Ley 14/2011, de 1 de
junio, de la Ciencia, la Tecnología y la. Innovación. Jefatura del Estado.
«BOE» núm. 131, de 02 de junio de 2011.
Consultado el 18/05/ 2022
https://www.boe.es/buscar/pdf/2011/BOE-A-2011-9617-consolidado.pdf
Consultado el 18/05/ 2022
https://culturacientifica.com/2014/01/04/comunicar-la-ciencia-menuda-historia-por-xurxo-marino/
Unidades de Cultura
Científica y de la Innovación (UCC+I). (2021). Libro blanco de las Unidades de
Cultura Científica y de la Innovación (UCC+I)
Consultado el 18/05/ 2022
https://www.fecyt.es/es/tematica/unidades-de-cultura-cientifica-y-de-la-innovacion-ucci
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